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El Bautismo

Como se ha notado previamente, el Señor ha dejado solo dos ordenanzas para la iglesia: la Santa Cena y el Bautismo. Enseñamos mucho en relación con la Mesa del Señor porque la celebramos, como fue ordenado, regularmente. El tema del bautismo, sin embargo, parece ser, en cierto modo, un tema no muy tratado en la iglesia de hoy. Oímos poco acerca del mismo. Han pasado años desde que alguien ha escrito un libro enfatizando el bautismo. La programación religiosa prácticamente no dedica su pensamiento al bautismo. Que yo sepa, «Gracia para ti» —el programa de radio de Grace— es el único programa de radio en América que emite los servicios bautismales. Existe tanta diversidad de opiniones acerca del significado del bautismo y su importancia que la mayoría de creyentes las han relegado al nivel de una discusión eclesiástica anticuada. Se preocupan muy poco de su importancia espiritual. Como mucho, el bautismo se ha convertido en un asunto secundario. Creo que esta falta en no tomar el bautismo seriamente es la raíz de los problemas más graves de la iglesia de hoy porque traiciona la fidelidad al simple y directo mandato del Señor. El bautismo es central para la Gran Comisión que Jesús da a la iglesia: «Id y haced discípulos por todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28:19). El mandato «arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros» (Hch 2:38) es tan aplicable para cada creyente de hoy como cuando fue mencionado por primera vez el día de Pentecostés. Cuando los 3.000 que creyeron en aquel día fueron inmediatamente bautizados, establecieron el ejemplo para la iglesia de todos los tiempos.

¿Por qué no se bautizaría alguien que profese a Cristo?

Puede haber numerosas razones detrás del fallo de algunos cristianos profesantes de no estar bautizados. • Ignorancia. Dichas personas han sido mal enseñadas acerca del bautismo, o no han sido enseñadas. • Orgullo. Algunos eligen no ser bautizados por orgullo espiritual. Para ellos, haber pasado un largo tiempo sin haber sido bautizados conforme al bautismo del Nuevo Testamento, y luego hacerlo, sería una confesión pública de un largo período de desobediencia e ignorancia. • Indiferencia. Otras personas no pueden ser molestadas. Entienden la enseñanza del Nuevo Testamento en relación con el bautismo y no están en contra de ella. Incluso pueden creer en ella, pero nunca la aplican, obviamente porque piensan que no es muy importante. • Desafío. Aquellos que rechazan ser bautizados desafiantemente, a menudo es porque tienen pecado en sus vidas, y no están dispuestos a pararse frente a una congregación y reconocer públicamente su sumisión al señorío de Jesucristo y su gozo de conocerle. • Falta de regeneración. Esta última categoría describe a la gente que en realidad no es cristiana, de modo que no tienen el impulso interno del Espíritu de Dios que los lleve a la obediencia. Disfrutan las bendiciones de estar alrededor de la iglesia pero no tienen deseo de hacer una confesión pública.

¿Qué es el bautismo?

Desde una perspectiva física, el bautismo es una ceremonia por la que la persona es inmersa, hundida, o sumergida en el agua. Existen dos verbos en el Nuevo Testamento que describen esta realidad: bapto y baptizo. Bapto aparece solo cuatro veces. Siempre significa sumergir, como cuando se sumerge una tela para pintarla. Baptizo es una forma intensiva de bapto. Se usa en numerosas ocasiones en el Nuevo Testamento y siempre significa «sumergir por completo» o incluso «ahogar». Otra importante nota técnica es que bapto y baptizo nunca se utilizan en un sentido pasivo. Nunca se dice que el agua es bautizada sobre alguien —es decir, rociada o salpicada sobre la cabeza de alguien. Alguien siempre es bautizado en el agua. Eso queda claro en el Nuevo Testamento desde el principio. Mateo 3 comienza describiendo el ministerio de Juan el Bautista. El versículo 6 destaca que el pueblo salía a él y era bautizado por él en el río Jordán. Es obvio que si eran bautizados en el río, tenían que ser sumergidos. No se necesita un río si solo se va a rociar agua sobre la frente de alguien. Juan 3:23 declara que «Juan también bautizaba en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas». ¿Por qué necesitaba mucha agua? Porque tenía multitudes de gente que necesitaban ser sumergidas en el agua. El familiar relato de Felipe y el Etiope eunuco lo encontramos en Hechos 8. Felipe predicó a Cristo y el eunuco creyó. Como resultado de su fe, manifestó: «Allí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?» (v. 36). Por lo tanto, «ambos descendieron al agua» (v. 38). Solamente la inmersión puede reflejar con exactitud la realidad que el bautismo quiere dibujar: el creyente, cuando llega a ser salvo, es unido con Cristo en su muerte, sepultura y resurrección. La introducción en el agua simboliza la muerte y resurrección; el salir de ella simboliza una nueva vida. Como cualquier estudiante del Antiguo y el Nuevo Testamento sabe, a Dios le gusta enseñar con símbolos, cuadros, ilustraciones, parábolas y analogías. El bautismo es una de sus mejores.

¿Cuál es la historia del bautismo?

¿Dónde se originó? ¿Cómo nos llegó? ¿Dónde comenzó? Comenzó en tiempos del Antiguo Testamento. El pueblo de Israel había recibido la ley, promesas, profetas y pactos de Dios. Ellos adoraban al Dios verdadero. Algunas personas de otras naciones, llamadas naciones gentiles, reconocieron y quisieron identificarse con Israel de modo que pudieran adorar al Dios verdadero de la forma verdadera. Querían hacerse judíos, no racialmente, porque eso es imposible, sino religiosa o espiritualmente. El sistema para hacerlo era llamado inducción prosélita. Estaba compuesto de tres partes: circuncisión, sacrificio animal y bautismo. La parte del bautismo incluía ser inmerso en el agua. Este acto representaba al gentil como muriendo al mundo gentil y luego surgiendo a la nueva vida como miembro de una nueva familia en una nueva relación con Dios. Fue en la inmersión proselitista gentil que apareció por primera vez el bautismo en la historia redentora. Ahora damos un salto al ministerio de Juan el Bautista. Su trabajo como mensajero de Cristo era preparar a la gente para la venida de Cristo. ¿Cómo intentó hacer eso? Él sabía que Cristo sería santo y demandaría justicia, de modo que predicó el arrepentimiento del pecado y el volverse a Dios. Luego bautizó a la gente como un símbolo visible de ese cambio interno. Un día especial, en medio de su ministerio, sucedió algo maravilloso: «Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: “Yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?” Pero Jesús le respondió: “Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia”» (Mt 3:13– 15). ¿Cómo cumplió Jesús la justicia de Dios? Muriendo en la cruz. Cualquier cosa que signifique el bautismo de Jesús, de algún modo está relacionada con el tiempo en que Dios en su justa indignación derramó su venganza en el Señor Jesucristo, el sacrificio perfecto. Entonces se cumplió toda justicia, y un Dios justo fue satisfecho y capaz de imputar la justicia a los creyentes. En Lucas 12:50 dice Jesús: «De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!». Veamos lo que no dijo: «tengo una muerte o crucifixión que debo padecer». Él vio su muerte como una inmersión, lo cual dio un atisbo de la resurrección o levantamiento que vendría. Esto mismo fue prefigurado maravillosamente en su propio bautismo. Cuando Santiago y Juan pidieron sentarse a la diestra y siniestra de Jesús, Él les respondió: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado?» (Mr 10:38). Creo que cuando Jesús vio su bautismo y dijo que era para cumplir toda justicia, estaba diciendo: «Mi muerte y resurrección cumplirán toda justicia, y daré una demostración simbólica del gran bautismo que está por venir». ¿Qué siguió después del bautismo de Jesús? El mismo Jesús comenzó a bautizar. De acuerdo con Juan 4:1, el Señor estaba haciendo y bautizando más discípulos que Juan el Bautista. Esto significaba que los pecadores que creían en Él estaban afirmando su necesidad de morir y ser sepultados a lo viejo y resucitar en novedad de vida. Después que el mismo Jesús murió y resucitó, dio el mandato de ir a todo el mundo y hacer discípulos, bautizándolos. Cuando nació la iglesia, hubo tres mil que creyeron y tres mil que fueron bautizados. Hay una absoluta continuidad en la historia del bautismo como símbolo de la muerte de lo viejo y la resurrección de lo nuevo. Encuentra su cumplimiento último en la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo.

¿Cuál es el significado teológico del bautismo?

¿Cuál es el significado espiritual del bautismo cristiano? ¿Qué describe realmente? Cuando usted como creyente es bautizado por inmersión en el agua, está demostrando no solo la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, sino también su unión con Cristo en esa muerte, sepultura y resurrección. ¿Por quién murió Cristo? Por ti. ¿Los pecados de quién llevó? Los tuyos. ¿Por quién se levantó? Por ti. El apóstol Pablo expresó tal realidad con estas palabras: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a Sí mismo por mí» (Gá 2:20). Por medio de un milagro espiritual soberano en el momento de la salvación, Dios te presenta a Cristo. Es como si tú hubieses muerto cuando Él murió en la cruz, y que te hubieras levantado cuando se levantó. El Nuevo Testamento emplea en ocasiones la palabra bautismo para hablar únicamente de esa unión espiritual, no del bautismo del agua. Gálatas 3:27 declara: «todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos». Colosenses 2:12 manifiesta: «Sepultados con Él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con Él». Y quizás el pasaje más explícito de la unión con Cristo dice: «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús hemos sido bautizados en su muerte?» (Ro 6:3). Aunque esos pasajes no se refieren al agua, es el bautismo de agua, que simboliza nuestra unión espiritual con Cristo. Así, hizo el apóstol Pedro tal distinción: «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo» (1 P 3:21). Lo que salva no es el bautismo de agua, sino nuestra unión espiritual con Cristo, de la cual también se habla como el lavado de regeneración en Tito 3:5 y el lavado de pecados en Hechos 22:16. Pero el bautismo de agua es el símbolo de lo que salva.

¿Cuál es la relación de la inmersión con la salvación?

Hay quienes dicen que se tiene que estar bautizado para ser cristiano, y que si no se está bautizado, no se es salvo. Ellos confunden la relación entre el bautismo del agua con la salvación, que es análogo con la relación que existe entre la obediencia y la salvación. El día de Pentecostés hubo tres mil que creyeron, tres mil que fueron bautizados y tres mil que continuaron en la doctrina de los apóstoles, en la oración, en la comunión y en el partimiento del pan. Ninguna pérdida. Ése es el modelo de Dios. Los apóstoles insistieron en ello. Típicamente hoy se oye decir: «Tuvimos una gran reunión evangelística: tres mil se salvaron, cuarenta y dos bautizados, y diez se integraron en iglesias locales». ¡Qué diferencia! El costo del bautismo era muy elevado en los tiempos del Nuevo Testamento, el ostracismo de la cultura de uno, la persecución y en ocasiones incluso la muerte. Solo quienes iban en serio en su compromiso con Cristo pagarían el precio. El bautismo era, por tanto, el distintivo inseparable de la salvación, como debería serlo hoy. En Hechos 2:38 Pedro declara: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros… para perdón de los pecados». ¿Significa eso que el agua es necesaria para lavar los pecados? No, pero el acto del bautismo es lo que demostraba a otros que los pecados de uno habían sido remitidos o perdonados. La gente pregunta a menudo: «¿Necesitas estar bautizado para ir al cielo?». El ladrón de la cruz no lo estaba (Lc 23:39–43). Puede que haya exigencias que excluyan el bautismo, pero si alguien es reticente a bautizarse, puede ser indicio de un corazón que no está dispuesto a obedecer. Y un corazón desobediente es señal de una persona no regenerada, porque como dijo Jesús: «Si me amáis, guardad mis mandamientos» (Jn 14:15), y «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que Yo digo?» (Lc 6:46).

¿Por qué hay tanta confusión con relación al bautismo?

¿Es confusa la discusión de la Biblia respecto al bautismo? No, pero hay numerosos cristianos confundidos. Uno de los objetivos principales de Satanás en la vida de un creyente es despedazar cualquier modelo de obediencia, y cuanto más rápido mejor. Si puede hacer el bautismo tan confuso que uno lo ignore, entonces ya habrá involucrado al creyente en el camino de la indiferencia y la desobediencia. Y Satán ha estado trabajando tiempo extra para confundir a las iglesias a través de los siglos. La confusión de iglesias. El Ejército de Salvación, los cuáqueros (conocidos también como la Iglesia de los Amigos) y los ultra-dispensacionalistas (que siguen las enseñanzas de E. W. Bullinger) niegan que el bautismo tenga un lugar en la vida del cristiano hoy. Por otro lado, las Iglesias de Cristo dicen que el bautismo te salva. Piensan que si crees pero no te bautizas, irás al infierno. Un extremo yerra por el lado de la gracia de Dios, y el otro por el lado de la ley. Uno ignora el mandato a la obediencia; el otro ignora que la salvación es por fe. Fuera de la cristiandad ortodoxa, la Iglesia Mormona practica el bautismo a favor de los muertos. Aprueba el concepto hereje de ser bautizado vicariamente por otra persona para asegurarle un lugar en el cielo. No es raro para los mormones tener tres millones de bautismos a favor de tres millones de personas muertas. Está claro que dicha práctica es antibíblica. El error del bautismo de los niños*. La Iglesia Católica Romana instituyó el bautismo de los niños como un ritual de regeneración. La Iglesia Católica enseña oficialmente que el agua limpia al bebé del pecado original, lo cual produce la salvación. Hasta la Edad Media, sumergían a todos los bebés; después comenzaron a rociarlos. La teología de la Iglesia Católica asevera que un bebé que muere sin ser cristianizado o bautizado va al «limbo de los inocentes». Supuestamente se trata de un lugar donde los niños viven para siempre disfrutando una especie de bienaventuranza natural, pero sin visión alguna de Dios. Un bebé que muere bautizado, no obstante, se dice que evita ese estatus de segunda clase introduciéndose en otro lugar donde se tiene la visión de Dios. Tal noción es patentemente no bíblica, pero ha inundado numerosas iglesias más allá de la Católica Romana. Por ejemplo, Martín Lutero —iniciador de la reforma protestante y, por tanto, el padre de numerosas iglesias— nunca se separó del bautismo romano de los niños. De hecho, él escribió el manual que los luteranos utilizan para el bautismo de los niños. Él creía que el bautismo limpiaba al bebé del pecado. A la pregunta: «¿Cómo puedes afirmar eso si crees en la justificación por fe sola?», él respondió: «Bueno, de algún modo el bebé debe ser capaz de creer». En el Nuevo Testamento no hay nada acerca del bautismo de los niños o de la salvación aparte de la fe personal en el Señor Jesucristo, lo cual solo puede venir a alguien que entiende el significado del evangelio. ¿Por qué se inició la práctica del bautismo de los niños? En épocas tempranas, la Iglesia Católica Romana lo hizo para asegurar a todos en el sistema. Haciendo a todos «cristianos» desde el nacimiento, se aseguraban de que pertenecieran a la iglesia, y por consiguiente estaban bajo su control. Las iglesias reformadas o basadas en la reforma por desgracia adoptaron —en lugar de echar por la borda— la práctica del bautismo de los niños durante muchos años, pero con el tiempo varió un poco. Enseñan que cuando los padres cristianos hacen que su hijo se bautice, ese bebé automáticamente se convierte en miembro del pueblo del pacto de Dios. Dicen que la realidad es confirmada cuando el niño es lo suficiente mayor para recitar el catecismo apropiadamente, un rito conocido como Confirmación. Una amenaza, tanto para las iglesias Romanas como para las Reformadas, fue un grupo de gente que se levantó y dijo: «Todo está mal: el bautismo es solo para la gente que pone su fe conscientemente en Jesucristo. El bautismo de los niños no significa nada ante los ojos de Dios». Predicaron fielmente el evangelio, y mucha gente se convirtió como resultado de su ministerio. Estos bautizados cuando niños, que posteriormente se convirtieron, demostraron la realidad de su conversión siendo rebautizados como creyentes. Los valientes predicadores que les condujeron a hacerlo fueron conocidos históricamente como anabautistas, ana proviene del griego y significa «nuevamente». Tanto protestantes como católicos los persiguieron de forma severa porque los veían como una amenaza para la base de su poder. Ésa es una de las mayores tragedias de la historia de la iglesia, porque los anabautistas estaban manteniendo en alto la enseñanza de la Palabra de Dios. La gente pregunta con frecuencia: «¿Debería rebautizarme?». Si una persona no fuere bautizada conforme al Nuevo Testamento —no sumergida en agua después de comprometer la vida conscientemente a Jesucristo—, entonces necesita ser bautizada. Cualquier otro bautismo experimentado, ya sea voluntaria o involuntariamente, no significa nada. El bautismo es únicamente para los creyentes, y debe hacerse tan pronto como sea posible después de la conversión (Mt 28:18–19). (*) Por regla general en la IBGC no son bautizados jóvenes por debajo de los 12 años de edad, dependiendo de su madurez y testimonio de fe y salvación a juicio de los padres y sus ancianos pastores.

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